El trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH) tiene un origen neurobiológico, en el que están involucradas las vías catecolaminérgicas (noradrenalina y principalmente dopamina). Los síntomas cardinales que lo definen son la falta de atención, la impulsividad y la hiperactividad, habiendo varios tipos clínicos según predomine uno u otro aspecto, si bien el más frecuente es el combinado. En sí, se trata de niños que no prestan atención en clase, desordenados, que cambian continuamente de tarea y presentan una actividad permanente e incontrolada sin que vaya dirigida a un fin concreto. Tienen dificultades para estar sentados, se muestran impacientes y no son capaces de esperar su turno en las actividades. Tienen escasa conciencia de peligro por lo que pueden fácilmente sufrir accidentes y caídas. Son desobedientes, en ocasiones con negativismo desafiante. Plantean problemas de disciplina por incumplir las normas establecidas. Suelen tener problemas de relación social y manifiestan con frecuencia autoestima negativa.
Aparece entre los dos y los seis años y comienza a remitir durante la adolescencia. Si persiste en la edad adulta suele reducirse el nivel de hiperactividad.
El tratamiento se realiza, básicamente, a través de una doble intervención:
- No farmacológica, psicopedagógica: Que incluiría una parte cognitiva (adiestrar en autocontrol, sustitución de respuestas impulsivas por verbales, control físico y relajación) y otra parte conductual (trabajar mediante el refuerzo positivo y negativo, con premios y castigos, contrato, economía de fichas) dirigido por el pedagogo pero controlado por los padres y profesores.
- Farmacológica: Los "estimulantes" son la modalidad de tratamiento más útil para el control de los síntomas a corto plazo. Aquí nos referiremos al Metilfenidato. Se le considera efectivo para el 65-85% de los pacientes. Su uso está claramente indicado en niños mayores de 6 años, adolescentes y adultos con síntomas de TDAH de cualquier subtipo clínico, cuya repercusión sea evidente en el medio escolar, laboral o comunitario. Es recomendable dar formulaciones de acción retardada (mucho más caras) desde el principio, pues evita las tomas en horario escolar con lo que podría llevar de "estigma" entre los compañeros. Salvo excepciones el tratamiento debe ser continuado, incluyendo los fines de semana y las vacaciones. La duración dependerá de la evolución del paciente, no siendo infrecuente que se mantenga hasta la adolescencia, y en algunos casos incluso la edad adulta. Los efectos secundarios más frecuentes son pérdida de apetito e insomnio de conciliación.
Entre el grupo de los "no estimulantes" tenemos la Atomoxetina (Strattera®), cuyos efectos secundarios principales son que puede producir cambios importantes en la presión arterial y en la frecuencia cardíaca, por lo que previo a iniciar este tratamiento habría que descartar que haya antecedentes de patología cardíaca.
Pongo artículo de Jano de 2010.
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