viernes, 12 de agosto de 2011

Efectos secundarios de los Antisicóticos.


Los antipsicóticos son fármacos de uso frecuente para el tratamiento de procesos psiquiátricos graves (esquizofrenia, trastorno bipolar, demencia), así como en otros procesos de distinta etiología (vértigos, dolor crónico neuropático, etc). Su uso cada vez más frecuente me ha llevado a hacer un repaso del tema, y más tras haber tenido un paciente que ha desarrollado una diabetes con cetonuria por toma de quetiapina.
Existen varias clasificaciones de los antipsicóticos, pero la más aceptada es la que los divide entre Antipsicoticos típicos (AT) y Antipsicóticos atípicos (AA).
Los AT actúan mediante el bloqueo de los receptores dopaminérgicos D2. Se dividen en cuatro grupos:
- Fenotiazinas: Clorpromazina, Levomepromazina, Flufenazina, Perfenazina, Tioproperazina, Trifluoperazina y Pipotiazina.
- Butirofenonas: Haloperidol.
- Tioxantenos: Zuclopentixol.
- Ortopramidas: Sulpiride, Tiaprida, Amilsulpiride.
Este grupo de fármacos presenta una amplia gama de efectos adversos: sedación, efectos anticolinérgicos (sequedad boca, dificultad urinaria), hipotensión ortostática, disfunción sexual, prolongación intervalo QT, aumento de secreción de prolactina, y como más destacables los síntomas extrapiramidales (pseudoparkinsonismo, acatisia, distonia y discinesia).
Los AA presentan una menor actividad sobre los receptores D2 actuando como antagonistas de los receptores serotoninérgicos 5HT2A.
En este grupo tenemos la Olanzapina, Risperidona, Quetiapina, Clozapina, Ziprasidona, y el Aripiprazol.
Aunque los AA sean más seguros ante la aparición de síntomas extrapiramidales, no están exentos de efectos adversos importantes, incluídos los que presentan los AT. Entre ellos están reconocidos la obesidad, alteraciones lipídicas (aumento de colesterol y triglicéridos, y disminución de HDL), hipertensión arterial y diabetes. Todo ello lleva a un aumento de la morbimortalidad cardiovascular, ya constatada en los pacientes esquizofrénicos.
A los médicos de familia se nos pide que estemos atentos a estos posibles efectos secundarios y que ajustemos la medicación, o la cambiemos, cuando sea necesario.
Más en el artículo siguiente de American Family Physician de 2010.


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