martes, 7 de febrero de 2012

Hepatitis B.


                                                 La Hepatitis B es producida por un virus (HBV) que se transmite a través de la sangre y de las secreciones corporales (p.e. semen, orina, saliva). La infección aguda puede causar síntomas no específicos, como astenia, anorexia, náuseas, febrícula, y coluria. En menos del 5% de los casos se cronifica pudiendo ocasionar fallo hepático, cirrosis y/o carcinoma hepatocelular, siendo el riesgo de cronicidad  mayor en niños y va decreciendo con la edad.

     El diagnóstico requiere la evaluación en la sangre del antígeno de superficie (HBsAg) y de los anticuerpos de superficie (HBsAc) y del núcleo (HBcAc). La presencia de HBsAg indica que la persona es infecciosa, la de anti-HBs que la infección está curada o que la persona ha sido vacunada. Una parte del HBcAg origina el antígeno e (HBeAg) que está asociado con replicación viral y alta infectividad.
     Se considera crónica cuando la infección (presencia de HBsAg positivo) persiste más de 6 meses. En todos los casos en que se detecte HBsAg positivo hay que derivar al paciente al hepatólogo, que evaluará si es candiadato a recibir tratamiento, cuyo objetivo sería reducir la inflamación del hígado suprimiendo la replicación viral. 
     Para tratarla hay varias opciones: la principal es el interferon alfa-2a, preferido en forma pegilada, pues permite su  administración una vez por semana, de forma subcutánea. Entre otros tratamientos, en forma oral, están el Adefovir y el Entecavir. El interferon es más efectivo.
     La normalización de la enzima alanin transaminasa (ALT), la desaparición del HBeAg, y la reducción de los niveles en el suero de HBV DNA, indican efectividad del tratamiento. En el momento en que los niveles de HBV DNA son indetectables se suele considerar como fin del tratamiento.
Dejo un artículo de Am Fam Physician de 2010.

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